Dedicado a mis amigos del mundo
Cuando viajamos, perdemos la noción del tiempo. Las personas que nos rodean y el entorno en el que nos movemos, día a día, minuto a minuto, hacen que el presente sea lo único que veamos frente a nosotros. Somos incapaces de planear, de ver más allá. Supongo que esa es la esencia del viaje: dejarse llevar y perderse en el momento, y sin más, vivir. Pero los viajes terminan. De hecho, todo termina.
Tendemos, en esta nuestra sociedad occidental, a sentir tristeza cuando algo termina, cuando algo “bueno” termina. Un libro, un verano, un amor, un viaje, una amistad… ¿Os habéis preguntado por qué? Pues porque definimos el terminar como un final que, a su vez, vemos como una pérdida, como un morir lentamente triste, y a nadie le gusta que lo bueno acabe, ¿no? Seguir leyendo «Morir de ilusión»